Friday, May 19, 2006

"Aunque el tragaluz era muy angosto, Enguerrado de Marigny podia ver, entre los gruesos barrotes empotrados en cruz en la piedra, el majestuoso manto del cielo en el que brillaban las estrellas de abril.

No deseaba dormir. Espiaba los extraños rumores nocturnos de Paris; el grito de los guardias que hacian su ronda; el rodar de las carretas campesinas que llevaban hasta el mercado su cargamento de legumbres... Aquella cuidad cuyas calles habia alargado, cuyos edificios habia embellecido, cuyos motines habia calmado; aquella cuidad nerviosa, en la que latia el pulso del reino y que habia sido durante dieciseis años el centro de sus pensamientos y de sus cuidados... Desde hacia dos semanas, odiaba esa cuidad como se odia a una persona.

(...)

Los insultos que el habian lanzado, la explosion de alegria en las calles y a lo largo de su recorrido, los puños tendidos, las burlas, las risas, las amenazas de muerte; todo aquello habia sido para el antiguo rector del reino un hundimiento acaso peor que su arresto.

Quien ha gobernado largo tiempo a los hombres, esforzandose por obrar por el bien comun, sabe las fatigas que esa labor le ha costado. Cuando subitamente percibe que nunca ha sido amado ni comprendido, sino solamente sportado, le invade una gran amargura, y se pregunta si no habria sido mejor dedicar su vida a otra labor.

(...)

Cuando faltaban pocas horas para que lo ejecutaran, volvia sobre los pasos del proceso de los templarios, como si fuera alli, mas que en ninguna otra de las acciones publicas o privadas que realizara a lo largo de su vida, donde se ocultaba la ultima explicacion que queria encontrar antes de morir. Y su biendo lentamente los peldaños de su memoria, con la determinacion que habia puesto siempre en todas las cosas, llego como a un umbral donde, de repente, se hizo la luz y lo comprendio todo claramente.

(...)

Y cuando hubo descubierto esto, Enguerrando de Marigny dejo de odiar a todo el mundo y de buscar un responsable de su suerte. Este era su acto de contricion, mas eficaz incluso que las oraciones aprendidas. Se sentia lleno de serenidad y en paz con Dios para aceptar su destino final."

"Los Reyes Malditos", Maurice Druon - Libro II, Tercera Parte, Capitulo 6

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